Era el fin para Lucie.
Aun así, Lucie no se rindió, continuó luchando a
patadas y chillando a una poderosa voz. Se preguntó por qué el lobo no le había
devorado aún. Miró alrededor y contempló que una mancha negra iluminada por la
luz de la luna llena se acercaba lentamente detrás del animal, con la cabeza
gacha. Lucie ahogó un grito para no distraer al licántropo mientras aquel
personaje desconocido de la capucha se acercaba.
Aquel desconocido, levantó la mano y en un abrir y
cerrar de ojos, Lucie vio la gran cabeza del animal en el suelo, y su cuerpo
inerte, aún encima de ella. Lucie sorprendida, se apartó al animal ahora sin
miedo, y se fue alejando de aquella persona muy despacio aún en el suelo. Ella
no sabía quién era, y por precaución, se alejó de el sin quitarle la vista de
los ojos fríos que él poseía.
-¿Estás bien?- preguntó con cierta dulzura en su
tenue voz.
-S...sí.-tartamudeó sin apartar la mirada mientras
se levantaba apoyándose gracias al tronco del árbol. Mientras se levantaba, aún
con la vista puesta en el rostro del desconocido, las heridas le hicieron daño,
e hizo una mueca de dolor con lo que hizo sentarla otra vez.
-Déjame que te lleve a casa-se ofreció mientras posaba
sus manos sobre su pecho mirándole con dulzura.
-No, gracias. Sé volver sola-jadeó mientras se separaba
del tronco del árbol y empezaba a caminar adentrándose de nuevo en el peligroso
bosque. Aquel chico la miró como se alejaba.
-Por cierto, me llamo Mike- y esbozó una sonrisa. La
chica paró, girándose hacia él y susurrando:
-Yo, Lucie. – y desapareció entre la negrura.
Lucie había abandonado a Mike en aquel claro del
bosque. Caminaba dolida. Sangraba por las heridas de los brazos, las piernas y
su rostro. Había sufrido unos que otros arañazos del licántropo, el cuál no le
había echo el menor daño. Lucie seguía perdida en sus pensamientos, en cómo le
había encontrado aquel chico, dónde se encontraba ella ahora mismo.
Lucie siguió pensando en sus cosas, en sus
problemas, en si llegaría a casa o no, y cuando menos se lo esperó, había
llegado hasta su queridísima mansión.
Cruzó el jardín, andando muy despacio y
tranquilamente. Miró hacia el cielo gris que advertía lluvia, el tiempo
favorito de Lucie, y luego desvió la mirada hacia la ventana de Michael, que la
observaba preocupado y burlón, y Lucie le devolvió la mirada, pero con un odio en
ella.
Entró enfadada consigo misma, y apenas vio la sombra
de su padre, Jasper que le miraba con un tono enfadado. No dijo nada, tan solo
la observó subir las escaleras que la conducían hasta su habitación. Lucie
subió los peldaños de dos en dos, y evitó a Michael que la esperaba en mitad de
las escaleras con las manos en el bolsillo.
-Eh, ven, Lucie. –Llamó mirándola de reojo.- ¿Dónde
has estado?
-En el bosque. –respondió mirándole con sus ojos
negros como el carbón que escondía secretos y misterios que ella no desvelaba a
uno cualquiera.
-¿En el bosque? ¿Y qué has hecho para que estés así
de mal?- preguntó mientras se acercaba a ella y la arrinconaba en el rincón de
la escalera.
-No te lo voy a decir.- prometió ignorando la mirada
dulce de los ojos verdes esmeralda de Michael.- A cualquier chica a la que
quieras impresionar o sacar cualquier detalle, lo podrás conseguir mirándola
con la mirada que me estás echando tú. Pero, a mí, con esa dulzura jamás me
harás derretirme y menos aún sacarme información.- opinó decidida.- Por lo
tanto, no me mires con ese cariño, que por mucho que lo hagas no lo
conseguirás.- Susurró a su oído mientras se escapaba de sus brazos.- Jamás-
recordó mientras subía las escaleras rápido.
-¿Dónde has estado?- preguntó su padre con las manos
en la espalda.- Dímelo.- ordenó.
Lucie le miró con asco y odio con la mano en el pomo
de la puerta, y sin decir nada y desobedeciendo a su padre, Jasper, entró sin
el menor remordimiento.
-Si quieres a mí hija- recordó a Michael- Debes de
ser más educado con mi pequeña Lucie si quieres conseguir su respeto y… sus más
queridos secretos.- susurró mientras se alejaba escalera abajo.
Michael no le respondió, tampoco le miró, estaba
totalmente enfadado porque conseguir el respeto de Lucie era demasiado difícil,
no se dejaba engañar y ni seducir.
Michael, enfadado, estalló de rabia mientras
acudía a su habitación para esconderse allí para reflexionar.
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